miércoles, 10 de febrero de 2010

Palabras de Gustavo Tambascio, director de escena

El libreto de Don Quijote

El discurso dramático del “Don Chisciote”, a diferencia de las múltiples versiones de músicos europeos de los siglos XVII y XVIII del clásico cervantino (véase por ejemplo, Purcell) sigue con toda fidelidad la anécdota que da vida a una sucesión de capítulos de la novela, comprendidos grosso modo entre el XXI y el XXVIII. Esta circunstancia no debe extrañarnos por cuanto Manuel García, español culto y ampliamente letrado, habrá tenido un exhaustivo conocimiento de la obra cervantina. Aunque no ha llegado hasta nuestros días el nombre del autor del libreto, hay dos posibilidades ciertas: o ha estado profundamente influenciado por el españolismo de García, o ha sido el propio García. La trama de nuestra ópera - dividida en dos actos al modo rossiniano – incluye alguno de los episodios más populares en las andanzas del ingenioso hidalgo.
La acción comienza en la famosa venta a la cual llegan a buscar hospedaje Sancho Panza y su amo y que éste último confunde con un castillo. En ella serán recibidos por el amable ventero y su esposa, mucho menos amable. También han acudido los dos hombres del pueblo de Alonso Quijano en procura de la salvación espiritual y mental de nuestro caballero: el cura y el bachiller Sansón Carrasco. A ellos se agregará el célebre barbero cuya bacía de afeitar será confundida por Don Quijote con el yelmo de oro de Mambrino, que hace invencible a quien lo posea. El núcleo central de la trama amorosa es la famosa intriga de Dorotea, Fernando, Luscinda y Cardenio: Dorotea, encontrada con ropas de zagal, cuenta su triste historia. Don Fernando le ha llevado la doncellez, abandonándola luego por el amor de una tal Luscinda. Pero esta última a su vez le rechaza por amor a Cardenio, quien había sido el antiguo amante de Dorotea.
Este entuerto amatorio resultará a ojos del cura, aquí convertido en el bachiller Ferulino, el entuerto ideal para que Don Quijote lo “desfaga”. Así los dos amantes despechados, Cardenio y Dorotea se presentan ante el hidalgo como víctimas del maleficio de un ogro. Don Quijote entablará feroz y desigual batalla contra los pellejos de vino de la bodega de la venta creyendo ver sangre de infieles donde sólo corre tinto manchego. La aparición fortuita de Luscinda velada en compañía de Fernando y otros enmascarados, permitirá que por oficios del cura todos se reconcilien y vuelvan con sus parejas originales.

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